lunes, 19 de mayo de 2014

LOS TRES ITINERARIOS DE SILVIA

Primer itinerario  

Sentada en la guagua*, Silvia miraba por la ventana mientras abrazaba a su pequeña hija. Momento a momento, su pueblo se hacía más pequeño hasta desaparecer tras una curva. En el recorrer tan suave entre aquellas calles, observaba personas alegres que conversaban entre sí. Era mágico ese momento, pues nunca se había puesto a observar. Su hija le decía que viajar con ella era especial. Es que en el ajetreo de la vida no se había dado cuenta que compartir pequeños momentos le daba calidad. Su hija muy contenta de llegar a algún lugar le preguntaba “¿Para dónde vamos?”. Silvia, emocionada, le decía “Para donde nunca hemos ido jamás”. Feliz el día han pasado, pues llegaron a la casa de su papá.



Segundo itinerario

Sentada en la guagua*, Silvia miraba por la ventana mientras abrazaba a su pequeña hija. Momento a momento, su pueblo se hacía más pequeño hasta desaparecer tras una curva. Silvia tenía que viajar a diario a llevar a su pequeña Claudia a la escuela, pues se había mudado sin que terminara el año escolar. Era madre soltera de tres niñas. Comenzaba temprano “Mamita, a levantarse” . Dejaba a dos en la escuela donde vivía y a la otra la llevaba al pueblo, donde ella también trabajaba. Se tenía que bajar, dejar a Claudia y luego caminar 12 cuadras para llegar a su trabajo. Siempre la despedida era: “¡Mamá las ama! No se muevan de la puerta hasta que mamita no llegue, gracias”. Todo eso fue mientras fueron niñas. Ya de adolescentes, los viernes la llamaban por teléfono: “Má, no vengas a buscarnos pues nos vamos con Papi. Nos vemos el lunes”. Cuando eso pasa es que vemos cómo pasa el tiempo. Yo espero que ellas no vivan ese mismo afán. Pues viven en el extranjero, donde la vida es mas fácil en algunas cosas…



Tercer itinerario

Sentada en la guagua, Silvia miraba por la ventana mientras abrazaba a su pequeña hija. Momento a momento, su pueblo se hacía más pequeño hasta desaparecer tras una curva. Parecía que era imposible pensar todo lo que quedaba atrás: días vividos, recuerdos alegres, recuerdos tristes. En ese pueblo había nacido ella y había nacido su hija Linda. Y ahí había muerto el amor de su vida, Jorge. Cuántos años de felicidad y luego, aquel fatal día que se derrumbó la mina. Ahora sólo estaba ella, su hija Linda y los sueños rotos. Mientras seguía el camino le venían a la mente las bellas praderas de su pueblo y las pequeñas estructuras. Silvia se preguntaba cómo sería ese nuevo destino. ¿Encontraría trabajo? ¿Volvería a tener una casa como la que había dejado atrás? ¿Algún día volvería a ver a sus padres? Eran tantas preguntas, que Silvia no encontraba respuesta para ninguna de ellas. El autobús hizo una parada y se bajó a tomar algo fresco para mitigar el calor. Cuando Linda vio un pajarito y le dijo “Mamá, yo lo quiero”. Silvia lo compró y ella lo agradeció. El pajarito era amarillo como el sol. Continuaron su camino y al pasar muchas curvas llegaron a la autopista. Vieron caminos largos, muchos carros y camiones. Silvia sentía latir su corazón mas rápido; ya se acercaba más y más a esa nueva vida que le esperaba. Llegaron a la parada del autobús, en donde estaba su prima Esperanza. Silvia, Linda y Esperanza se abrazaron fuertemente. Al subirse al auto comenzaron a ver estatuas, edificios altos de muchos pisos. Linda se quedó sorprendida y Silvia le dijo “¿Te gusta?”. A lo que Linda le contestó “No, porque no hay caballos ni vacas”. Se quedó callada. Luego Silvia dijo “Es un nuevo comienzo, una nueva vida”. Pasaron los años y Silvia consiguió trabajo. Ya tenía una casa y era feliz junto a su hija Linda. La vida le había devuelto parte de lo que le había robado y de nuevo era feliz y dichosa.  

*guagua: en las Antillas Mayores, autobús


©2014 SABIDURÍA EN LETRAS


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