miércoles, 28 de noviembre de 2012

CONTRICIÓN



Amaneció lloviendo
llueve en mi alma
una fuerte borrasca 
inconmensurable
cruel
lluvia que lo empapa todo
inundando aquellos sentimientos
los más profundos
los secretos
los oscuros.

Despierto una vez más.

Siento la lluvia
en las entrañas
arreciando severa
destrozando hilo a hilo
el tejido que arropaba
impermeable y cálida
esta larga espera.

Me percibo viva.
Herida irremediablemente
profundamente
pero viva.
Llegó el momento
al fin…
Es impostergable
francamente ineludible.
Debo sanar.

Crecer
aunque inevitable
no es un paseo dominguero
relajado
entretenido  
nunca lo ha sido
no lo es
para nadie
...lo sé.
Vivir tampoco es fácil.
A veces nos conformamos
tan sólo con existir
presenciando el desfile
desde la barrera
en tercera persona
sin atrevernos
a participar en él.

Disfrutamos nuestra niñez
jugando a ser grandes
no podemos esperar
¡queremos crecer rápido!
así
como esponjas
absorbemos cuanto nos rodea
coleccionando una por una
las piezas necesarias
para construir el carácter
y formar el rompecabezas
aún desordenado
de lo que será la vida.

Entonces
más temprano
o más tarde
sucede.
Atravesamos la adolescencia
sin comprender
sin entendernos
luchando contra todo
con nosotros mismos
preceptos
cánones
verdades aprendidas
artificiales
impuestas
obligadas
ideas
sentimientos
hormonas desatadas
a veces desquiciadas
sufriendo por la escasez de juicio
y de tantas otras cosas…
sobreviviendo más bien
aprendiendo a golpes, a tropiezos
a bofetadas de humildad
y traiciones a la buena conciencia.

Y si logramos pasarla
con moderado éxito tal vez
sacándole algún provecho
al menos eso es lo que se espera
más bien lo que se necesita
lo justo nomás
eso…
lo prioritario
crecer
vivir
aprender a sentir…
con cada neurona
cada fibra cardíaca
y cada suspiro del alma.

Si nos sobreponemos a ella
la tirana adolescencia
madurando en el camino
poco a mucho
mucho a poco
tropiezo a traspié
carcajada a grito
podemos salir airosos
pisando firme
en ruta a la vida
que nos espera
siempre frente a nosotros
puertas abiertas
brazos extendidos
vía franca
hacia el porvenir.

Salió el sol al fin.
El amanecer descubrió mi alma
llorando  
gota a gota
un océano profundo
por mil milenios.
Su llanto silente
perenne
desbordado
saló mis heridas
sangrantes
empantanadas
momificadas
resecas…

Cuánto me pesan
ahora
retroactivamente
implacables
aplastantes
los malos ratos
retroalimentados
maltratos esporádicos
por adolescentes
que adolecen
de resabio visceral.
Reverbera inconfundible
el eco de gritos
insultos circunstanciales
burlas tontas
que sólo nos reflejaban enteros
a nosotros mismos.
Desplantes
plantadas ocasionales
tanto me apena
la falta de tolerancia
poca paciencia
también la arrogancia
indiferencia
de aquellos niños tontos
que se saben dueños
del mundo.
Coraje repentino
desdén explosivo
cambios de humor
incomprensibles…
histeria
ubicua inmadurez
que comerciamos ilegalmente
sin permiso mercantil
ni liquidez.
Defectos germinados
abonados meticulosamente
crecientes
en franco desarrollo
exacerbados
flagrantes
inflados.

Llovía en la noche del pasado
y por fin amaneció.
A pesar de tanta lluvia
salió el sol
destrozando la oscuridad
apartando las nubes
secando los charcos rebeldes
llenándolo todo
de vida y color.
Crecer no es fácil, lo sé
no, no lo es, no…  
…nunca lo fue.
Pero ahora
triunfalmente
seguiremos creciendo
mientras vivamos
en medio de la brisa fresca
bañados de luz y calor  
desde este instante  
y para siempre.


© 2010 PSR       Patricia Schaefer Röder






lunes, 12 de noviembre de 2012

SER MUJER

 
Soy mujer y no puedo dejar de maravillarme por ello.

El estar consciente de mi condición femenina me llena de una serie de sensaciones, de sentimientos que se complementan para formar algo tan complejo y hermoso que resulta difícil explicarlo con palabras.

Soy mujer y me alegra serlo. Porque cada mujer tiene algo de madre, de compañera, de amiga y de niña. Porque somos apasionadas, comprensivas y nobles. Porque somos luchadoras y capaces de hacer muchas cosas por nuestros hijos, por nuestra pareja, por nuestra familia. Porque somos sacrificadas y podemos llegar a cosas insospechadas si sentimos que valen la pena. Porque amamos, sentimos, creemos y razonamos de una manera particular, única. Porque nuestro cuerpo es maravilloso; podemos amar, dar vida y alimentarla después. Porque de nosotras sale la vida que nos sobrevivirá, vida que es la continuación de la nuestra. Porque siendo capaces de recibir, no nos cansamos nunca de dar. Porque somos el apoyo moral y espiritual de la familia. Porque podemos llevar cargas increíblemente pesadas y sin embargo tener una palabra de aliento para alguien que está cansado. Porque nos resistimos a sucumbir, siempre buscamos la forma de salir adelante a pesar de las dificultades. Porque tenemos el alma llena de flores. Porque con ternura podemos aminorar el dolor de los demás. Porque con nuestra presencia podemos cambiar el curso de los acontecimientos. Porque nuestro amor es capaz de lograr lo imposible. Porque sentimos en profundidad. Porque amamos sin condición, nos entregamos totalmente y somos fieles a nuestro amor. Porque al amar, lo hacemos con todos los sentidos, con el cuerpo y con el alma. Porque somos el oasis de nuestra pareja. Porque somos pacientes y tolerantes. Porque perseguimos nuestras metas sin excluir a los que amamos. Porque con un gesto amable, con una sola sonrisa, podemos hacer felices a los demás. Porque en nuestro corazón hay mucho sitio para los que nos rodean. Porque cuidamos a nuestros hijos y los preparamos con optimismo para la vida. Porque somos capaces de dar nuestra propia vida por la de nuestros hijos. Porque somos sensibles. Porque vivimos nuestra feminidad naturalmente. Porque nos gustan los cumplidos con fundamento. Porque, estando conscientes de todo esto nos sabemos fuertes y sin embargo somos delicadas. Porque aunque profesionalmente estemos en un mismo nivel con los hombres, nos gusta ser respetadas y tratadas como mujeres en el mejor sentido, en el único sentido real y válido. Porque no necesitamos estar demostrándonos constantemente lo mucho que valemos; es un hecho y todos lo saben. Por todo esto resulta tan hermoso y fascinante el vivir nuestra existencia a plenitud, porque somos importantes e imprescindibles. Nunca lo debemos olvidar y mucho menos ocultarlo: somos mujeres y tenemos que estar orgullosas de ello.


©1995 Patricia Schaefer Röder