jueves, 5 de junio de 2014

DESPEDIDA


Hoy termina el Taller de Escritura Sanadora. Un nombre muy apropiado, ya que el que lo supo aprovechar, muchas heridas pudo sanar. ¿Por qué? Salieron a través de la escritura. Yo doy gracias a Dios primero, a la escritora Patricia Schaefer y al albergue por tan nutritivo taller. También quiero dar las gracias, deseándole mucha salud, dondequiera que se encuentre, a la señora madre de Patricia, por haberla criado con tanta humildad.


© 2014 SABIDURÍA EN LETRAS


LA TRIPLE CUERDA


La triple cuerda: Dios, el albergue y las participantes o sobrevivientes.

Así como Jehová fortalece el vínculo del matrimonio, el albergue que lo componen las profesionales que ahí trabajan dando el todo por todos, y las sobrevivientes hemos hecho esa triple cuerda, también para no permitir el maltrato.

Hombres, mujeres y niños, les voy a dejar una asignación de un compromiso con nosotros mismos. Repitan siempre en su mente y déjenlo bajar al corazón:

“No voy a callar el maltrato que yo vea, que yo escuche, ya sea hacia mi prójimo o hacia mi propia persona. El albergue tiene una puerta. Voy a tocarla; así sea”.

Yo toqué esa puerta, por eso puedo darles este consejo hoy.


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SOBRE EL AMOR


Para lo único que no hay límite es para dar amor.

Amor: una palabra corta, fácil de deletrear, difícil de expresar, imposible de describir, pero maravillosa de vivir.


Por amor:

La impresión más grande de mi vida fue cuando en septiembre de 2008, dos hombres andaban buscándome para saber si yo necesitaba algo. Alimentos, agua o clavar alguna ventana. Yo bien sorprendida dije: “¡A mí no! Ustedes se equivocaron de casa”. No lo podía creer; a mis 53 años por primera vez alguien se preocupaba por mí. Y dos hombres, uno blanco, otro bien trigueño; eran lindos, parecían ángeles. Lloré, lloré y lloré; nunca tuve madre o padre que se preocuparan por saber qué necesitaba yo. A la edad de 7 años andaba ya en la calle ganándome lo mío. También ya había sido violada por un hombre. Nunca fui a la escuela pero aprendí inglés, francés y el idioma haitiano, todo en la calle. El español era mi lengua materna. En 2010 me gradué de 4to. año en la nocturna; tenía 56 años. Ellos sin conocerme me abrazaron tan fuerte que me sentí tan segura y rápido pensé: “Así deben ser los abrazos de un padre y madre responsables”. Ellos eran Testigos de Jehová. Ese es el amor que nos identifica. He podido contar con ese amor siempre.


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