Mariela, con su
constelación de lunares, sus manos huesudas y sus exóticos labios, espera.
Mariela, con sus
pómulos angulares, sus hombros arqueados y su frente en blanco, escucha.
Mariela, con su
nariz aguileña, sus prendas Modigliani y su vestido gitano, sueña.
Mariela, con su
tazón de café y Amaretto humeante, observa.
Su cabellera diezmada
y perfumada la delata. Su coqueta mirada la distingue. Entre el enjambre de
mesas, sillas y manteles, surge la figura de quien la desea y paga por ello.
Mañana, Mariela
volverá a esa esquina donde todo es igual, hasta que el ardor de su cuerpo se
apague o el amor la rapte.
© 2016 PUERTO LUNA
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