La sirena cantaba en la playa al son del
repique de los tambores negroides. Su aleta no podía resistir el contagioso son
africano que la pescaba embrujada. Nadie la veía vestida de escamas; sólo
contemplaban su sonrisa de entrega y sus hombros sudorosos por las gotas de
mar. Las caderas cubiertas de telas ondulantes, hacían de las mujeres las
reinas de la noche. Todos bailaban como tribu honrando a las deidades
generosas. El repique sobre el cuero se exaltaba y retumbaba hasta el horizonte. La
sirena lanzó un estridente grito de entrega. Un silencio sacro dio paso a quien
salió fugaz hacia el mar. La ausencia de respiro ante la sorpresa se desvanecía
con las manos callosas que golpeaban el cuero. Había alegría. Yemayá, diosa del
mar, echó su bendición. Era de esperar, porque era noche de luna llena.
©2013 PUERTO LUNA
LETRAS VIVAS
22 de octubre de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario