Calor. Estoy en la avenida Ponce de León
buscando oro, o sea, estacionamiento. Semáforos inoportunos hacen del
tráfico una caravana de cajas. La radio sigue repitiendo a las 11:30 a.m. las
monótonas noticias de las 6:00 a.m. Otro semáforo. Construcciones añejas. Cruce
de peatones.
Una figura transeúnte atrae mi atención.
La alegría inunda mi rostro. Mis dedos buscan desesperados el botón para bajar
el cristal. Saco mi cabeza al son de un grito que detiene a los peatones. Sólo
uno de ellos responde con igual alegría. Es mi gran amiga. Cambia el semáforo.
Las bocinas no se hacen esperar. El encuentro de almas continúa con frases,
besos tirados al aire y la promesa de llamarnos. Subo el cristal. De vuelta a
la hilera de neumáticos, pero ahora acelero al ritmo del regocijo de ver otra
vez una amiga que de verdad hizo de mi vida una gran avenida de
bienaventuranzas.
©2013 PUERTO LUNA
LETRAS VIVAS
8 de octubre de 2013
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