El payaso lloraba amargamente. Parecía
más un personaje de ópera italiana que de un circo. Yo vine a reír, no a ver a
otro llorar con tanto sentido de lo trágico. ¿Cómo permiten un acto como éste
para un público de niños en familia? ¿Estará llorando de verdad? No puede ser.
Si sólo le quitaron los globos. Bueno, un niño o una niña lloraría amargamente
por eso.
Hay gente sacando pañuelos para enjugarse
disimuladamente las lágrimas juguetonas. ¿Ahora qué pasa? El payaso se ha
tirado al piso a patalear. Algunos espectadores no han podido aguantar y lloran
sin censura. Sus hijos los abrazan tratando de consolarles. ¡Ma’ rayo pele!
Este dichoso payaso llorón. ¡Que deje de llorar! ¡Que ría a carcajadas hasta
que me arranque esta imponente tristeza que quiero tragar! Todos lloran ahora
como si tararearan el estribillo de la salsa clásica: “Basta payaso. Te están
mirando. Esos tus ojos están llorando”. Ocurre lo inevitable. Ahora soy yo otro
payaso que llora amargamente.
©2013 PUERTO LUNA
LETRAS VIVAS
22 de octubre de 2013
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