Katy está apurada porque tiene una cita.
Se siente inquieta y no sabe si irse en ese instante. “Disfruta el momento, la
prisa no conduce a nada”, piensa, mientras se maquilla para no perder tiempo y
mira su teléfono como si esperara algo. Cada vez está más ansiosa; “ya casi no
puedo aguardar”, admite para sus adentros al abanicarse desesperada. “Todo
tiene su momento, lo sé”, se dice, “debo vivir y disfrutar cada uno de ellos”. Alisa
sus ropas, se mira una vez más al espejo y no puede evitar exclamar, ajorada:
“¡Ya estoy lista! ¡Debo ir a mi cita!”. Katy está despampanante; parece una
abogada de las películas. Al salir, sólo puede pensar: “Tranquila, nena”, convenciéndose
al caminar a paso rápido por las calles de la ciudad, “pronto llegarás, y al
final tendrás más conocimiento que antes”. Ya Katy está relax, aunque sigue su
ruta con firmeza. “Huy, debo tener cuidado con los deambulantes de esta zona”,
reconoce. “Hay que estar siempre pendientes”. Pero su alma le tranquiliza la
mente incansable cuando frente a ella cruza la calle una mujer de su edad
empujando un coche que lleva un bebé y con otro nene caminando agarrado del
manubrio. Respira hondo y sonríe: “Vete segura que todo te saldrá bien… tendrás
un lindo día, ya verás… yo voy a ti…”, se dice, al subir los escalones de la
entrada del edificio. “¡Al fin llegué!”.
©2013 ¡ESTAMOS LISTAS!
LETRAS VIVAS
1 de octubre de 2013