El café humeaba,
su aroma llenaba la habitación. El olor era tan rico, que algunos de los
bomberos de al lado llegaron con tazas para probarlo. Yo les sugerí echarle
unas gotitas de Amaretto, y todos se fueron muy agradecidos. Claudia había
traído unas galletitas y unos quesitos para compartir. Nos sentamos a conversar
de las noticias y notamos que el mundo en que vivimos está por acabarse, pero
aún seguimos en pie de lucha.
—La fe mueve
montañas —dijo alguien.
Otra más se
quejó:
—Ay, otra vez
café. Si saben que no me gusta, pa’ qué me invitan.
—El café me
trae nostalgia de mi país, de sus volcanes —confesó la tercera amiga.
—¡Es rico y más
ná! —exclamé, defendiéndome.
Así pasamos la
tarde, como otras tantas, bebiendo café y charlando.
© 2017 HIJAS DE LA LUNA
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