El sol caía derramando rojos y violetas entre las montañas.
Y ahí estaba yo, contemplando esa hermosura de la naturaleza, que es un regalo
que Dios les da a sus seres amados. Lo triste era que entre más se derramaban
esos colores, más obscura se volvía esa tarde de abril en la que yo, en mi
balcón y con una copa de vino, recordaba cuando de niña corría descalza por la
pradera. Sólo podía recordar la sensación bajo las plantas de los pies. Pero
como recordar es vivir, me levanté y corrí porque quería vivir esa sensación otra
vez para que así, si algún día partía, pudiera llevar ese recuerdo conmigo.
II
El sol caía derramando rojos y violetas entre las montañas.
Era un atardecer precioso; yo observaba la partida de un barco. Iba
oscureciendo paso a paso. Veía a su alrededor esos colores violetas, rojos y ese
amarillo brillante, tan hermoso como para jurarse amor eterno. Como si fuera un
arco iris que simboliza paz. Tres colores dignos de la naturaleza, creados por
Dios para el deleite de nuestros ojos.
©2014 SABIDURÍA EN LETRAS
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