Se nace de ella, y cuando se muere, se va
a ella.
Cuando niña, aprendí a hacer cajas. Nunca
pensé que en mi futuro viviría de ellas. Las hago de todo tipo, pues cada
persona la usa con distinto propósito. Se puede poner dentro un regalo o se
pueden guardar cosas. Hay cajas llenas de vida, de recuerdos, como cuando se
esconden cartas con cosas secretas que alguien te escribe y tú las guardas. Hay
cajas de sorpresas. Otras de cristal, donde todo está al desnudo. Tenemos una
caja llena de recuerdos, la memoria.
Mi nieto nunca ha olvidado una foto en la que está
jugando con una caja cuando su mamá tuvo que dejármelo. Lo puse dentro de una
caja grande para yo poder trabajar como lo hacía, con las cajas. Nunca extrañó
a su mamá, nunca me dio problemas. “Abui, quiero un regalo”, me dijo. “¿Qué
quieres?”. “Una caja”. Se la enviaré a Louisiana.
Comenzamos la vida en una caja, el útero
de nuestra madre. Y terminamos la vida en un ataúd, que también es una caja.
©2014 SABIDURÍA EN LETRAS
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