Abrí la puerta. Mis ojos se
iluminaron al verla. Quise abrazarla, pero me contuve para no abrumarla. La
invité a un café en mi hogar.
—¿Te puedo abrazar para
decirte que te quiero mucho, corazón, y soy tu amiga? —dije.
—Dios te bendiga, amiga
—respondió.
—Cuéntame qué te ha pasado.
¿Por qué te alejaste tanto tiempo? Aunque haya pasado tiempo fue como si nos
dejáramos de ver ayer.
—Deberíamos vernos otra
vez. Tengo mucho que contarte, amiga.
—¡Pues adelante!
Hablemos...
©2015 ESCRIBIENDO CON FORTALEZA EN LA VIDA
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