Me acerqué a la puerta. Te vi en el vestido azul de los
amaneceres. Entré temblorososa. Las palabras se me atascaban en la garganta al
quererte hablar. Lo notaste. Tus manos etretejían el nerviosismo acumulado por
la espera, por mi ausencia y la distancia que desde hace tiempo quedó sembrada
en nosotros. Me senté. Acomodé las manos sobre la mesa y levanté la cabeza.
Frente a tus ojos llorosos pensaba cómo confesarte lo que sería un golpe de
muerte segura a lo que en amor nos juramos. Abrí lentamente mis labios, cerré
los ojos, y cuando la verdad te diría, el gallo cantó la traición. Una herida
se abrió sin consuelo y con razón.
©2013 PUERTO LUNA
LETRAS VIVAS
24 de septiembre de 2013
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