Ella mapeaba con mucho cansancio y
tristeza, cuando de pronto vio su reflejo en la ventana de cristal del cuarto.
Habían pasado unos años, quizás no tantos, pero se notaba el paso de éstos en
su rostro. Comenzó a recordar lo que fue su vida; analizó sus éxitos y
fracasos, vio adónde había llegado, y sonrió. Ella seguía mapeando, cuarto por
cuarto, pasillo por pasillo, hasta que comprobó que su vida era más que mapear
un cuarto. Se soltó el pelo y pintó sus labios de rojo carmín. Aún sin bañarse,
se puso su mejor fragancia y empezó a danzar como una hoja seca cuando el
viento la sopla en otoño. Se sentía libre, joven, bella; olvidó todo en ese
instante y sólo reía. Al fin se reconoció y se dijo a sí misma “esto es sólo
una responsabilidad”. A partir de ese instante, se valoró y dejó salir su
autoestima y sus virtudes. Entonces, la paz se mudó por siempre a su alma y
nunca más la abandonó.
©2013 PALO GRIS
LETRAS VIVAS
26 de septiembre de 2013